martes, 19 de agosto de 2008

LOS OSOS POLARES: ¿SON LOS ACTUALES CANARIOS DE LAS MINAS DE CARBÓN?

Creo que es interesante que leáis estas declaraciones de Bjorn Lomborg.

Son incontables los políticos que han definido el calentamiento global como el asunto más importante de nuestra era. La Unión Europea lo ha descrito como "uno de los temas más amenazadores a los que nos enfrentamos en la actualidad". Tony Blair, antiguo primer ministro del Reino Unido, lo define como "la cuestión más importante". La canciller alemana, Angela Merkel, ha prometido convertir el cambio climático en la prioridad número uno tanto en el G-8 como en la Unión Europea para 2007, y el presidente italiano, Romano Prodi, considera el cambio climático como la verdadera amenaza para la paz mundial. Algunos aspirantes a la presidencia de Estados Unidos, desde John McCain a Hillary Clinton, han declarado estar muy pendientes de este tema. En Estados Unidos, diversas coaliciones de estados han planteado iniciativas regionales sobre el cambio climático, y el gobernador republicano de California, Arnold Schwarzenegger, ha contribuido al posible cambio de la legislación vigente al afirmar que el calentamiento global debería ser una prioridad máxima en su estado. Y por supuesto, Al Gore ha presentado a toda prisa su mensaje en artículos, en su libro y en la oscarizada película Una verdad incómoda.

En marzo de 2007, mientras esperaba para aportar pruebas en una audiencia legislativa sobre el cambio climático, vi a Gore presentando su caso ante los políticos. Me pareció evidente que a Gore le preocupaba realmente el futuro del planeta. Y desde luego no es el único. Infinidad de libros alertan en sus títulos sobre la cercanía de un punto de ebullición que nos lleva directamente a la destrucción climática. En uno de ellos se asegura que somos la última generación porque "la naturaleza se cobrará su venganza por el cambio climático". Los supuestos expertos compiten entre sí hasta llegar a afirmar que antes de cuarenta años, nuestra sociedad experimentará un retroceso hacia una pobreza y una decadencia social similar a la Edad Media, a no ser que pongamos en marcha cambios drásticos en nuestro estilo de vida.

De igual forma, son muchos los medios de comunicación que nos bombardean con historias -cada vez más dramáticas- sobre el más grave empeoramiento climático jamás experimentado. En 2006, la revista Time publicó un informe especial sobre el calentamiento global, en cuya portada se leía una frase repetida y aterradora: "Debemos estar asustados. Muy asustados". En la revista se nos decía que el clima se ha vuelto loco y nos afecta tanto a nivel global, desbaratando la biosfera, como a nivel individual, con efectos sobre la salud como las insolaciones, el asma y diversas enfermedades infecciosas. La impactante imagen de la portada retrataba a un solitario oso polar flotando sobre un pedazo de hielo a la deriva y buscando en vano el siguiente pedazo de hielo al que saltar. Time quiso explicarnos que, debido al calentamiento global, los osos "están empezando a aparecer ahogados" y tarde o temprano terminarán por extinguirse.

Los osos polares son animales maravillosos desplazándose sobre el hielo, apoyados en sus patas peludas. En Groenlandia -una parte de mi país natal, Dinamarca- son un símbolo de orgullo. La desaparición de estos animales sería una auténtica tragedia. Pero la verdadera historia de los osos polares resulta muy instructiva. En muchos aspectos, esta historia enmascara el verdadero problema que nos encontramos cuando hablamos de cambio climático: si nos fijamos detenidamente en los datos que la sostienen, la retórica se derrumba.

Al Gore nos muestra una visión similar a la de Time, y nos dice que "un reciente estudio científico demuestra que, por primera vez, el número de osos polares que aparecen ahogados es preocupante". La Asociación para la Defensa de la Naturaleza (World Wildlife Fund) nos advierte que hacia el año 2012, los osos polares podrían dejar de reproducirse, lo que les llevaría sin remedio a una extinción inevitable en tan solo una década, con la concisa frase: "Los osos polares están condenados a pasar a la historia, a ser algo que nuestros nietos solo podrán leer en los libros". El Independent ha publicado que el aumento de las temperaturas "significa la erradicación de los osos polares de su hogar ártico. El único lugar donde podrán verse será en los zoológicos".

Durante los últimos años esta historia ha aparecido muchas veces, gracias, en primer lugar, a un informe publicado en 2002 por la Asociación para la Defensa de la Naturaleza, y más tarde, en 2004, en otro publicado por la Evaluación del Impacto del Clima Ártico. En ambos se trataba en detalle la investigación llevada a cabo en 2001 por el Grupo de Especialistas en Osos Polares de la Unión Mundial para la Naturaleza.

Pero lo que este grupo nos decía en realidad es que de las veinte distintas subpoblaciones de osos polares, una o posiblemente dos estaban descendiendo en la bahía de Baf?n; más de la mitad se había comprobado que permanecían estables; y dos subpoblaciones estaban aumentando su número de individuos en el mar de Beaufort. No solo eso, también se ha informado de que la población mundial de osos polares ha aumentado drásticamente en las últimas décadas, de unos cerca de 5.000 ejemplares en la década de los sesenta hasta los 25.000 actuales, gracias a una regulación estricta de su caza. En contra de lo que cabría esperar -y desde luego esta noticia no aparece en ninguna de las historias que últimamente se cuentan-, las dos poblaciones menguantes se localizan en zonas en las que la temperatura ha estado descendiendo durante los últimos cincuenta años, mientras que los dos grupos que han crecido se ubican en zonas en las que la temperatura ha aumentado. Del mismo modo, el comentario de Al Gore sobre osos ahogados sugiere un proceso en continuo deterioro. El hecho real es que se produjo un único caso con cuatro osos muertos, justo el día después de una "tremenda tormenta", en una de las zonas en las que la población de osos está creciendo.

La población de estos animales mejor estudiada vive en la costa oeste de la bahía de Hudson. La reducción de su censo en un 17%, desde los 1.200 de 1987 a los menos de 950 de 2004, ha sido sobradamente reflejada en la prensa. Lo que no se ha dicho, sin embargo, es que desde 1981 la población ha subido de forma espectacular desde apenas 500 ejemplares, con lo que se demuestra que no hay ningún temor de desaparición. Además, en ningún medio de comunicación se ha mencionado que entre 300 y 500 osos mueren cada año por disparos, con un promedio de 49 osos abatidos en la costa oeste de la bahía de Hudson. Incluso tomando la historia del descenso de población como un dato fiable, significa que el calentamiento global es responsable de la muerte de 15 osos al año, mientras que los rifles de los cazadores se llevan por delante a 49 de ellos.

En 2006 un biólogo del gobierno canadiense, experto en osos polares, resumía la discrepancia entre los datos reales y los publicados: "Resulta estúpido vaticinar la desaparición de los osos polares en veinticinco años basándose en un estado de histeria, alimentado por los medios de comunicación". Canadá alberga a dos terceras partes de todos los osos polares del planeta, y el calentamiento global les afectará sin duda, pero "en realidad, no hay motivo alguno para el pánico. De las trece poblaciones de osos polares que habitan en Canadá, once se mantienen estables e incluso están aumentando. No es cierto que por el momento vayan a extinguirse ni que se vean afectadas".

La historia de los osos polares nos enseña tres cosas. En primer lugar, hemos estado escuchando innumerables y exageradas quejas emocionales que no se apoyan en datos reales. Sí es probable que la desaparición del hielo dificulte de forma considerable el mantenimiento de los patrones clásicos de alimentación de los osos polares, y también es muy posible que su vida se parezca cada vez más a la de los osos pardos, de los que proceden evolutivamente. Puede que su población descienda, aunque es altamente improbable un decrecimiento drástico. Es más: durante los últimos cuarenta años su número ha aumentado mucho, y hoy día las poblaciones son estables. Solo descienden en las áreas que se están enfriando. Ya nos han dicho que el calentamiento global provocará en una década la extinción de estos animales, y que nuestros hijos solo podrán verlos en los libros de cuentos.

En segundo lugar, los osos polares no son el único asunto que hay que tratar. Mientras solo escuchamos hablar de las especies en peligro, la verdad es que a muchas especies les va a ir mucho mejor con el cambio climático. En general, la Evaluación del Impacto del Clima Ártico (Arctic Climate Impact Assessment - ACIA)- ha previsto que las regiones árticas van a experimentar un aumento en la riqueza de especies y una mayor productividad en su ecosistema. Tendrán menos desierto polar y más bosques. De hecho, la ACIA reconoce que las temperaturas más altas acarrearán consigo un mayor anidamiento de aves y una mayor presencia de mariposas. Esto no les arregla las cosas a los osos polares, pero estamos obligados a escuchar las dos versiones de la historia.

El tercer asunto es que nuestras preocupaciones nos llevan a centrar los recursos en las soluciones equivocadas. Se nos está diciendo que la situación precaria de los osos polares demuestra "la necesidad de reducir de manera drástica las emisiones de gases de efecto invernadero relacionados con el calentamiento global". Aunque aceptemos la absurda idea de tomar como dato de partida la población de osos polares que retozaban en la bahía de Hudson en 1987, demostrando que perdemos 15 osos al año, ¿qué podemos hacer al respecto? Si para ayudarles recortamos la emisión de gases de efecto invernadero, en el mejor de los casos podremos evitar 15 muertes al año. Más adelante podremos comprobar que en realidad esos datos no son ni mucho menos tan optimistas -es probable que tan solo se lograran salvar 0,06 osos por año-. Al mismo tiempo, 49 osos de esa misma población, mueren a balazos cada año, y contra eso sí es bien fácil actuar. Por tanto, si realmente queremos una población estable de osos polares, debemos ocuparnos primero de los rifles que causan esas 49 muertes, lo que sería, sin duda, una estrategia más práctica y viable. Aunque una vez más no es ésta la solución de la que más se habla. Pocas veces se oye decir en el debate sobre el clima, que se va a hacer todo lo posible por mejorarlo, en cambio se escucha hablar continuamente sobre la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Este planteamiento estaría bien si nuestro único objetivo fuera esa reducción de gases, pero parece obvio que de lo que se trata es de mejorar las condiciones de vida de los seres humanos y del medio ambiente que nos rodea. Es posible que, en algunos casos, esa reducción de emisiones sea la solución más acertada, pero en la mayoría de situaciones no es así. Debemos preguntarnos si no tendría más sentido ayudar a 49 osos de forma económica y sencilla que beneficiar a 0,06 osos a más largo plazo y con costes elevadísimos.

El argumento de este libro es muy simple:
1. El calentamiento global es real y está causado por el hombre. El impacto que dejará sobre los seres humanos y el medio ambiente será grave hacia finales de este siglo.
2. Las afirmaciones sobre consecuencias duras, siniestras e inmediatas del calentamiento global son casi siempre exageradas, lo que supone una política de actuación poco acertada.
3. Necesitamos soluciones más sencillas, directas y eficaces para el calentamiento global, en lugar de acciones excesivas y, en el mejor de los casos, bien intencionadas. Las caras reducciones masivas de emisiones de CO2 aplicadas en la actualidad tendrán un impacto mínimo, casi insignificante en un futuro a largo plazo.
4. Hay otros muchos asuntos más importantes que el calentamiento global. Debemos recuperar una perspectiva anterior. El mundo está aquejado de otros problemas como el hambre, la pobreza y la enfermedad. Si centramos nuestros esfuerzos en estos objetivos, podremos ayudar a mucha más gente, gastando menos dinero y con unas probabilidades de éxito mucho mayores que mediante políticas drásticas sobre el clima, que nos costarían miles de millones de dólares.

Estos cuatro puntos harán que mucha gente se enfade. Estamos acostumbrados a la historia de siempre: el cambio climático no solo es real, producirá catástrofes inimaginables, y cualquier cosa que hagamos al respecto no solo será barato, sino moralmente correcto. Quizá sería razonable esperar que alguien se planteara si esta línea argumental no está claramente malintencionada. Sin embargo, yo creo -con la mejor de las intenciones- que es necesario permitirnos a nosotros mismos examinar nuestra lógica antes de embarcarnos en la mayor inversión pública de la historia.

Nunca debemos olvidar que nuestro objetivo final no es reducir la emisión de gases de efecto invernadero ni el calentamiento global per se, sino mejorar la calidad de vida y el medio ambiente. Todos queremos dejar el planeta en buenas condiciones para nuestros hijos. La reducción radical de emisiones de gases de efecto invernadero no es necesariamente la mejor forma de conseguirlo. A medida que vayamos analizando los datos, comprobaremos que en realidad es una de las medidas menos efectivas para ayudar a la humanidad o al medio ambiente.

Espero que este libro pueda ayudarnos a entender mejor el calentamiento global, a ser más razonables sobre las posibles soluciones y a recuperar nuestra perspectiva sobre lo que es más eficaz para que este mundo sea un lugar más habitable, algo en lo que seguro estamos todos de acuerdo.

En Frío. Guia del Ecologista Escéptico

viernes, 8 de agosto de 2008

La Búsqueda Inacabada

Nuestra experiencia cotidiana nos dice que el paso del tiempo es irreversible, que no podemos volver atrás, que vemos como nuestros seres queridos y nosotros mismos, crecemos, envejecemos y morimos. No podemos volver atrás. No hay mecanismo posible que nos permita volver a vivir aquellos maravillosos años de nuestra infancia, y que nos haga volver con nosotros a todas aquellas personas que ya nos han abandonado.

Este supuesto, la irreversibilidad del paso del tiempo es uno de los supuestos más fundamentales para el hombre. Es algo que, aparte de convicciones religiosas o filosóficas, sin duda nos hace caer en una especie de vacío y de vértigo cuando intentamos indagar un poco en él, e intentar comprender aunque sea mínimamente ¿porqué?.

La Ciencia moderna no ha contemplado el papel del tiempo. Siempre se ha dicho que esos hermosos edificios que son la Mecánica Newtoniana, la Relatividad de Einstein o la Mecánica Cuántica de Böhr, Schrödinger, Heisenberg, Dirac, etc podrían funcionar igual de bien independientemente del sentido en que fluyera el tiempo. Es decir, que las ecuaciones se seguirían cumpliendo si el tiempo corriese al revés. O como dice Prigògine "el programa de la investigación de la ciencia clásica se centró en una descripción en términos de leyes deterministas reversibles temporalmente".

Parecería que el tiempo que va del pasado al futuro sin posibilidad de volver atrás fuera una simple ilusión creada en nuestras mentes. Como mantenía Kant: "El tiempo no es algo objetivo. Tampoco es ni sustancia ni accidente ni relación, sino una condición subjetiva, que pertenece necesariamente a la naturaleza de la mente humana". O como escribió Einstein a la familia de un buen amigo suyo, Michelangelo Besso, que había fallecido recientemente,: "Para nosotros, físicos convencidos, la distinción entre el pasado, el presente y el futuro es solamente una ilusión, por persistente que sea". Einstein murió un mes más tarde.

Una de las mayores paradojas de nuestra educación científica es que en muchos casos nos acercamos al estudio de los procesos naturales armados de todo nuestro bagaje técnico-matemático basado en las leyes del equilibrio y en los procesos reversibles, cuando, de hecho, si echamos una ojeada a nuestro alrededor, estamos inmersos en un mundo de irreversibilidades, de procesos fuera del equilibrio, de procesos de "no-vuelta-atrás": el crecimiento de los seres vivos, la evolución de las especies, la combustión de un trozo de carbón, .... la propia historia del Universo, etc. El estudio de procesos irreversibles, de estados fuera del equilibrio, de procesos autoorganizativos, de estructuras disipativas, etc quedan, normalmente, fuera del currículo de las licenciaturas universitarias.

Si queremos entender mínimamente algo de cómo es este universo en el que estamos, hemos de tener en mente ideas relativas a desorden, azar, organización...es decir, de entropía. Muchas personas educadas, cultas y que alardean de su erudición en artes y humanidades se consideran a gusto admitiendo que no saben nada y que no tienen intención de saber nada acerca de este tema. Sin embargo ¿qué dirían estas mismas personas si ante el requerimiento de decir quién escribió El Quijote, se respondiese "no lo se"?. Este es otro de los grandes problemas de nuestra formación cultural: la compartimentalización en una de las dos culturas.

La Segunda ley de la Termodinámica nos dice que la entropía, en cierto modo, el desorden del Universo debe aumentar, que todos los procesos que se den en él son irreversibles. Que poco a poco, el Universo se va a ir diluyendo en una especie de caldo homogéneo y uniforme en el que las irregularidades, discontinuidades, agregados se van a ir diluyendo hasta llegar a un estado de máxima entropía, de máximo desorden. Es la Muerte Térmica del Universo. He aquí como la dirección del tiempo viene marcada por una evolución desde un estado de menor a otro de mayor entropía.

Pero ¿qué pasa hasta llegado ese momento entonces? ¿de qué forma a pesar de una tendencia de cualquier sistema aislado a evolucionar en el sentido de máximo desorden, aparecen los seres vivos, se crean estructuras cada vez más organizadas, es decir, cada vez más ordenadas? ¿porqué pasa esto?.

Si queremos estudiar propiedades de sistemas que sean independientes del tiempo, nos veremos obligados a utilizar las leyes termodinámicas del equilibrio. Pero los seres vivos, sólo alcanzamos el equilibrio cuando morimos. Cuando cesan los flujos y aportes de materia y energía con nuestro entorno, cuando somos seres muertos, es cuando podemos decir que estamos en equilibrio.

Los procesos que conforman lo que denominamos vida, son procesos fuera del equilibrio. ¡Estamos vivos porque no estamos en equilibrio!. Afortunadamente. Pero ¿cuán lejos estamos del equilibrio? ¿basta con no estar en equilibrio? ¿o es necesario estar lejos del equilibrio?.

Mientras exista, como demostró Prygogine (Teorema de Producción Mínima de Entropía), una pequeña influencia exterior suficiente como para conservar a un estado fuera del equilibrio, persistirá en un estado estacionario y no caerá en el desorden total. Por ejemplo si el nivel de reparaciones en nuestro automóvil iguala o supera un poco al nivel de averías, el coche podrá mantenerse en un estado de funcionamiento aceptable; sólo si de deja de interferir en él, éste se desmorona y se convierte en chatarra.

Pero la situación más corriente es aquella en la que los sistemas intercambian materia y energía con sus alrededores y en los que en las relaciones que gobiernan su comportamiento, una pequeña variación en las causas no producen pequeñas variaciones en los efectos, sino variaciones impredecibles e incluso de gran amplitud. Es decir, se trata de sistemas muy lejos del equilibrio gobernados por relaciones no lineales. Es en estos sistemas donde pueden aparecer puntos de crisis, en los que el sistema deja el estado constante y evoluciona hacia otro estado distinto que puede presentar una apariencia más "organizada" que el estado de partida. Durante el proceso se ha abandonado la "producción mínima de entropía", la producción global de ella ha aumentado, pero lo que se observa es un comportamiento ordenado. ¡Y el sistema evoluciona así espontáneamente!. Parece que hay una contradicción con la Segunda Ley de la Termodinámica. Ya no se puede asociar la direccionalidad del tiempo con el aumento del desorden, puesto que procesos espontáneos generan estados cada vez más organizados (por ejemplo, el crecimiento de un ser vivo). El estudio de los procesos que evolucionan lejos del equilibrio no se puede describir únicamente en términos de aumento indefectible del desorden. Tal y como sugieren P. Coveney y H. Highfield. "la termodinámica irreversible del no equilibrio permite la posibilidad de una autoorganización espontánea que conduce a estructuras que van desde los planetas y galaxias hasta las células y organismos".

¿Es estudiando estos fenómenos donde podemos encontrar la respuesta a la unidireccionalidad del tiempo?. Es posible. La búsqueda vale la pena.

Sin embargo, no olvidemos lo que, con un cierto tono irónico, comentaba Jorge Luis Borges "cuando oigo decir que frente al problema de la naturaleza del tiempo se han hecho muchos avances en estos últimos cien años, no puedo dejar de pensar que esta respuesta es tan absurda como si respondiésemos que frente al problema de la naturaleza del espacio, se dijese que se han hecho muchos avances en estos últimos cien metros".