jueves, 17 de mayo de 2012

Nuestros gobernantes y sus creencias.

Muchos de nuestros gobernantes tienen a gala, y así lo manifiestan, pertenecer a un tipo u otro de creencia religiosa. Es algo notorio en los partidos de derecha, pero también en algunos dirigentes y militantes de la izquierda. De hecho en los estatutos del Partido Popular se especifica que su ideología se basa, entre otras cosas, en el humanismo cristiano. En  los estatutos del PSOE o de los partidos que componen Izquierda Unida no aparece esta mención, pero otros partidos gobernantes (léase Partido Nacionalista Vasco y Unión Democrática de Cataluña, socia de Convergencia Democrática de Cataluña) pertenecen a la Internacional Demócrata Cristiana. Es decir, una gran parte de nuestros gobernantes (presidentes de gobiernos, diputados, alcaldes, concejales,…) son cristianos. Este es un hecho que se repite en gran parte de los países de Europa y de nuestro entorno más inmediato. Por poner un ejemplo, la Gobernadora  de Europa, Angela Merkel pertenece a la Unión Cristiano Demócrata y, además, su padre era pastor luterano. Cabe suponer, que su forma de actuación responderá a los principios básicos de la religión a la que son adeptos, aunque sea formalmente, tanto en los aspectos rituales como en lo relativo a la moral cristiana. Una vez expuesto esto no es de extrañar las políticas económicas que estos gobernantes aplican, ya que al pertenecer a esa confesión religiosa son creyentes, sin evidencia empírica ninguna, en mitos, leyendas y fábulas que no tienen ninguna clase de verosimilitud y pertenecen al reino de la fantasía. Creen, por ejemplo, en la inefabilidad de la mano invisible que mueve los mercados y que hace que éstos se regulen, creen en que hay que salvar al sistema bancario-financiero porque éste es garante de crecimiento y progreso, creen que  el recorte de los servicios sociales es efectivo en la lucha contra una crisis económica originada por la avaricia de los muy, muy ricos. Creen en que estas medidas de recortes y reformas reaccionarias son una necesidad y hay que hacerlas por obligación. Y así un largo etcétera. Se echan de bruces en la fe de la democracia conforme con el mercado, como dice nuestra jefa de gobierno Angela Merkel. No es de extrañar. Si creen en que los muertos resucitan, en que después de la muerte hay un paraíso para los buenos y un infierno para los malos, en que un ser invisible ocupa todo el universo y todo lo ve y lo sabe, hasta los pensamientos más íntimos dentro de tu cerebro, en que una cohorte de vírgenes, profetas  y santos suben al cielo a pelo o a lomos de caballos y demás medios de transporte y en que unos textos escritos hace dos mil años por una serie de pastores y mercaderes semi-analfabetos constituyen literalmente la palabra del creador del Universo, esta gente es capaz de creerse cualquier cosa.